jueves, 19 de febrero de 2009


EL DOBLE FILO DE LA ESPADA


Premio Internacional Mislata



Julio de 1570

Mi querido Uluch-Alí:

La semana pasada llegué al puerto de Mesina, tal como acordamos. Con la ayuda del portugués y de mi ingenio conseguí alistarme como cabo de escuadra en una galera cuyo nombre omito, natural­mente. No es un destino privile­giado para mí, pues de sobra conoces el miedo insalvable que siempre he tenido al mar, pero en cambio me otorga cierta libertad de movimien­tos a la hora de ver por tus ojos y de oír por tus oídos. El riesgo que asumo es gran­de, ya lo sabes, y el más mínimo paso en falso puede conducirme a la más atroz de las muertes. Espero que llegado el momento lo tengas en cuen­ta. Si el Todopoderoso te permitiera estar en mi lugar, algo que no deseo ni al peor de mis enemigos, com­prenderías que cier­tas cosas no se hacen sólo por dine­ro, mi querido Uluch-Alí.

Ayer llegaron noticias anunciando los triun­fos de Pialí-Pachá. Se comenta que los cien mil hombres del seras­ker Mustafá han recalado en las costas de Chipre, y que sus naves menores almogavarean y saquean la bahía de Salinas en busca de esclavos. Enhorabuena. Los cristianos de esta mal llamada Serenísima República no pueden reaccio­nar, pues la flota veneciana, diezmada por el tifus, navega hacia Creta; en Ancona, Marco Antonio Colon­na trata de reclutar con malas artes soldados y remeros para armar las galeras del Papa y aquí, en Mesina, Juan Andrea Doria cuenta tan sólo con cincuenta galeras y con el miedo a que aparezcas con tu flota en cualquier momen­to y en cualquier lugar, pues nadie sabe con certeza dónde te encuentras. Es eviden­te que los espías de la Liga no trabajan para ella con el mismo celo con que yo lo hago para ti.

Pon rumbo a levante y enfila tus naves hacia Go­zo, mi querido Uluch-Alí, pues hay allí galeras de Malta, y en tan poco número que tu victoria es segura. Desde tu actual posición puedes asestar un golpe duro a la Liga.

Por otra parte, he de hacerte una observación que espero tengas en cuenta: el cómitre portugués que contactó conmi­go en Mesina es hombre de fiar, maneja el látigo y el cerebro con envidiable habilidad y a mi llega­da al puerto tenía el terreno abonado, pero en cambio el griego que porta este mensaje es un perro atormentado por la avaricia y el miedo, capaz de cualquier cosa por dine­ro y por eludir el tormento. Me ha costado una fortuna con­vencerlo para que suba a la fusta. Elimínalo, puede estar amolando los dos filos de la espada con la misma piedra.

Por aquí todo vale su peso en oro. Todo el que me envíes será poco.

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Septiembre de 1570


Mi querido Uluch-Alí:

Se comenta que el día 3 hubo un consejo de guerra en Suda, y se sabe que tus efectivos en Chipre ascienden a ciento cincuenta galeras. La Liga cuenta ya con ciento ochenta y siete, más once galeazas, un galeón y siete naves, dotadas con mil trescientos cañones, dieci­séis mil soldados y treinta y dos mil marineros y remeros, pero no te preocupes, pues el tifus se ha ensaña­do sin piedad con los venecianos, y aunque se armara a la mitad de la chusma, costaría trabajo encontrar una galera con más de setenta solda­dos. Con tan buen aliado en nuestras filas la guerra está ganada. Por si fuera poco, los vene­cianos se niegan a que los españoles pisen sus barcos, y no pasa día sin que haya reyertas en el puerto y en las naves. En esta labor me estoy empleando a fondo, siempre por servir mejor a tus intereses, mi querido Uluch-Alí.

Te felicito por la victoria de Gozo. Acertaste al seguir mis sugerencias. El Consejo de la Orden de Malta ahorcó al piloto Orlando y al cómitre Scarmuzi por haber abandonado en tus manos a la nave capitana. Sólo ahora empiezan a reponerse del golpe y piensan enviar al gene­ral Giusti­niani, con tres galeras de la Orden, al encuen­tro de Marco Antonio Colonna.

Sabes, por otra parte, lo sensible que soy y lo mal que soporto la convivencia con esta gentuza. En este lugar infecto es fácil morir de tifus, de disentería o de repugnan­cia. Cuando nos hacemos a la mar, los olores que desprende la cámara de boga, con más de doscientos remeros vomitando y defecando, son insufribles. Última­mente, los piojos y las chinches se han cebado en mi cuerpo y han comenzado a salirme tiñas, como a ti. El sustento he de procurár­melo fuera, cuando puedo y a un precio desmedi­do, pues en estas galeras sólo se come sopa de habas y pescado podri­do. Debe­rías poner más de tu parte por reme­diar mi tris­te­za, mi querido Uluch-Alí. Dos tercios del oro que me envías lo gasto en pagar confidentes, y el resto, una miseria comparado con el que se pierde por el camino, me ayuda a sobrevivir y a guardarme las espaldas. Se sabe que la riqueza no trae la feli­cidad, pero en un lugar como éste es indis­pensable para sobrevi­vir.

Me alegra enormemente que degollaras al griego. Nuestra empresa saldrá ganando con ello, no lo dudes.

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Junio de 1571

Mi querido Uluch-Alí:

Me compungen y abruman las quejas que tienes de mí, ingra­to hermano. Como te decía en mi último mensaje, la mar no está hecha para mí. He adelgazado hasta el punto de estar irreco­nocible, me han rapado el pelo como a un vulgar galeote y en diciembre fui herido en una pelea de cuyas heridas me repongo con extraordinario trabajo y lentitud. En marzo, cinco forzados de un banco lograron zafarse de los grille­tes, mataron a un furriel y a dos arcabuceros y escaparon lleván­dose el poco oro que me quedaba. No obs­tante, ni las penurias sufridas, ni el hambre insoportable ni el miedo a ser descubierto, han impedido que siga oyendo y viendo por ti, aunque pienses que malgasto tu oro en vino ataber­nado y en mujerzuelas del puerto.

Tengo noticias frescas: la flota vene­ciana está dividida entre Corfú y Creta. En Corfú está Veniero con cuarenta y ocho galeras, y en Creta, los pro­veedores Quirini y Canale con sesenta. Si Alí-Pachá aban­donara Negroponto y los atacara por sorpresa, no tendrían defensa alguna, y sería un golpe durísimo para la Santa Liga. No pierdas el tiempo.

Esta carta te la escribo con urgencia, mi queri­do Uluch-Alí, en presencia de este pescador jorobado que me envías como contacto, al que pago los últimos cincuenta escudos que me quedan. Espero que sepas agradecer mi es­fuerzo, pues necesitaba ese dinero para el cuidado de mi delicada salud.

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Agosto de 1571

Mi querido Uluch-Alí:

Lamento mucho el fracaso de Alí-Pachá en la bahía de Suda. Es evidente que las sesenta galeras de Quirini y Canale aguardaban su ataque. ¿Quién pudo avi­sarlos? No lo sé. Los espías de la Serenísima República parecen ser cada vez más efecti­vos, por eso empleo mis mayores esfuer­zos en localizarlos y neutralizarlos. Si estaban informa­dos del ataque de Alí, es probable que estén al corriente de mi presencia, aunque también cabe la posibilidad de que Quiri­ni intuyera una represalia de Alí por la derrota de Fama­gusta.

La intención de la Santa Liga es, como bien sospechabas, concentrarse en Mesina para darnos la batalla en Lepanto, donde saben que recala nuestra flota, pero esta concentra­ción es tan lenta que los infieles pueden perder el verano entero en la empresa. Ahora puedo mante­nerte informado con mayor frecuencia y menor riesgo, pues el trasiego de barcos en el puerto de Mesina es incontro­lable en estos momentos. Por otra parte, el pescador jorobado que me envías es eficaz y escurridizo, pero cobra caro por sus servicios. Todo el oro que puedas enviarme será poco.

Anoche me jugué la vida por ti, mi querido Uluch-Alí. Desde hace días venía siguiendo los pasos de un pesca­dor ragusino que había despertado las sospechas del joro­bado. Lo localicé en una taberna del puerto y me hice pasar por un enviado de Marco Antonio Colonna. El perro mordió el hueso y lo degollé en un callejón, pero antes de morir consiguió herirme en una pierna. Después arrojé su cadáver al mar.

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Septiembre de 1571

Mi querido Uluch-Alí:

La concentración de las naves cristianas en el puerto de Mesina ha concluido con la llegada el día 5 de las treinta galeras de Alvaro de Bazán. El día 8, el cachorro del perro, Juan de Austria, pasó revista a la flota. Yo también.

España: 14 galeras, 24 naves y 50 buques ligeros.
Nápoles: 30 galeras y 24 naves.
Sicilia: 10 galeras.
Malta: 3 galeras.
Génova: 3 galeras.
Saboya: 6 galeras.
Juan Andrea Doria: 11 galeras.
Particulares: 13 galeras.
Fuerza Pontificia: 12 galeras y 6 buques ligeros.
Fuerza Veneciana: 106 galeras, 2 naves, 6 galeazas y 20 buques ligeros.

Parece que los inconvenientes para dotar las naves han sido graves. La chusma está compuesta en su mayoría por forzados y esclavos; los jueces han conmuta­do penas capi­tales, corporales y hasta multas, a cambio de la presta­ción del servicio; han expedido órdenes especia­les para reclutar a todos los que no puedan justi­ficar sus medios de vida, a los vagos, a los jugado­res de azar, a los blasfemos y a los camorristas; han instalado garitos en los puertos, y a cambio de prestamos falsos han enrola­do como buenabo­gas a todos los desheredados de la fortuna.

El estado de la fuerza veneciana es patético, mi querido Uluch-Alí; los escasos hombres de las dotaciones llegan en un estado lamentable y el desorden que reina en la flota llega al punto de permitir que cada galera haga lo que mejor le parezca. La flota se ha trasladado al fondeadero de Los Molinos, y se oye decir que los perros partirán pron­to. Te manten­dré, como de costumbre, puntual­mente informa­do.

El estado de mi pierna, recordarás que fui herido por tu causa, mejora lentamente, pero he padecido dolores insufribles, y el escaso oro que me enviaste con el joroba­do se me ha ido en potingues y en cirujanos. Es triste mi estado, Uluch-Alí, tan triste como ver que tus heridas caen en el olvido de los amigos.

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Septiembre de 1571

Mi querido Uluch-Alí:

De madrugada, y jugándome la vida por ti, entrego al jorobado este mensaje por el que he pagado mi precio en oro: han sido vistas sesenta de tus galeras remolcando tres naves que se dirigían al sur. Saben que estás fondeado en Lepanto, y piensan que al desprenderte de tales fuerzas renun­cias a la ofensiva. El cachorro del perro se impacienta por lanzarse sobre ti, pero las galea­zas no han llegado aún de Corfú. Se precisa leña y agua, y para ello tendrán que fondear en Gomeriza antes de partir para Lepanto.

Me alarman las informaciones que me envías, y no alcanzo a explicarme de qué forma extraen los espías de la Liga tanta información. Si tú lo dices, mi querido Uluch-Alí, así será. Puede que hayan apren­dido rápido el noble arte del sigilo, o que tengan en sus arcas más oro que tú. Estaré más en guardia que nunca por si soy locali­zado. Guárdate de este jorobado calabrés; he seguido sus pasos y no son buenos. Se emborracha en las taber­nas con marineros vene­cianos y arcabuceros del Tercio. Sobradamen­te sabes que los venecianos y los españoles son como perros y gatos, y también lo que de sí dan los borrachos. Es muy hábil; capaz de convivir y divertirse con unos y otros. Las habilidades son buenas en los espías, pero los dobleces son perjudiciales. Mi bolsa está vacía de nuevo. La generosidad hace grandes a los hombres y multiplica su eficacia, no lo olvides.

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Septiembre de 1571

Mi querido Uluch-Alí:

No aguardo el retorno del jorobado cala­brés, al que espero hayas despellejado por su traición, y te envío este mensaje con un marinero griego al que he dado cuanto tenía de valor. Espero sepas agradecer mi gesto.

La flota se traslada mañana al fondeadero de Gomeriza, a unas 30 millas al SSE de Corfú, a fin de com­pletar su aguada y conseguir leña. La partida, por tanto, es inminente. El maldito jorobado nos ha engañado a los dos. Se había encompadrado con un tal Francisco Dando­lo, capitán de una galera de Candia llamada La Doncella, al que pasaba información sobre tu flota, seguramente a un precio lujurio­so. Lo he sabido por un intermedia­rio suyo al que anoche, borracho como un pirata, tuve que degollar y arrojar al mar. Nadie sabe si las 60 galeras que se vieron hacia el sur con las 3 naves han regre­sado a Lepan­to, pero se conoce que la flota de Alí-Pachá no supera las 200 galeras medianamente armadas.

Que el Todopoderoso te acompañe en la bata­lla.





2 de octubre de 1571

Del pescador calabrés a Uluch-Alí, el corsario.

Querido Uluch-Alí:

La flota de los perros ha recibido hoy la orden de prepararse para salir a la mar. Desde mi posición observo con preocupación pero sin miedo las faenas, que se realizan con mucha dificultad, sobre todo en las gale­ras de San Marcos, donde la tensión aumenta entre los marine­ros y los soldados del tercio de España que embarca­ron en Messi­na. Los primeros llevan todo el traba­jo, el pesado y el ligero, y los últimos insisten en que sólo están a bordo para combatir. Sin embar­go, bajo el látigo de los cómitres, se estiban con rapidez los barri­les, se embarcan los esqui­fes, se pliegan las tiendas y se envergan las velas.

Personalmente no puedo entregarte este mensaje, pues aún inves­tigo las conexiones del cabo de escuadra que durante tanto tiempo nos ha trai­cionado. Ya ves que la amistad y los años pueden rendirse ante un puñado de oro. De todas formas, no puedo asegurar que la información enviada a través del griego que dego­llaste y la que yo mismo te he llevado, fuera falsa. Este cabo de escuadra, antiguo hermano tuyo en la fe cristiana, te lo recuerdo, no ha sido leal a nadie, salvo a su propia ambi­ción. Pienso que vendía información a los perros de la Santa Liga con la misma frecuencia que a ti. El tal Fran­cisco Dandolo, al que aludía en su último mensaje, es ciertamen­te capitán de una galera de Candia, lo he sabido y, no te equivocaste, era su principal contacto en la flota cristia­na. Ayer me acerqué a él, según tu conse­jo, fingien­do ser envia­do de tu amigo, a quien el sujeto conocía bien y con quien llevaba negocios extraños en el puerto de Messina. A estas alturas me pareció inoportuno y arriesgado quitarle la vida, de forma que le ofrecí falsa información, bien pagada, por cierto, y lo convencí de que Alí-Pachá preten­día permanecer frente a Lepan­to, a fin de exponer a la flota cristiana a los cañones de los fuertes. Después partí para cobrar venganza.

Localicé al traidor en la santabárbara de su galera. Al principio se sorprendió al verme, pues pensaba segura­mente que habías seguido su consejo de arrancarme la piel, y con engaños logré llevarlo al pañol del contramaes­tre, donde entre cordajes y aparejos lo apuñalé y lo arrojé al mar. Hallé documen­tación entre sus cosas: alhajas, cartas de amor de una mujer de Messina y un pequeño libro de cuentas. Tiene dos casas en Messina y una en Corfú; y dos mujeres, una en cada puerto. Su rique­za es mucha, parece ser, y por su correspondencia entiendo que pensaba huir con una de las mujeres antes de que la flota par­tiera para Lepanto. Hubiera querido llevarlo vivo a tu presencia, pero hay deseos que son imposibles.

Mañana, cuando el cachorro del perro parta en tu búsqueda, yo saldré hacia el puerto de Messina, por si pudie­ra obte­ner alguna información de la mujer. Si el Todopoderoso ilumina el color de tus banderas, pronto podremos vernos, entonces sabrás todo cuanto haya averi­guado del traidor.

2 comentarios:

  1. Noto una fijacion especial por tus relatos vividos en el mar,en otra vida seguramente has tenido que ser un pirata de los mas despiadados pero a su vez con buen fondo.

    Todavia buscas el canto de una sirena???

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  2. Sí, es verdad, llevas rázón. John W. Hawker es ese personaje que yo deseé ser cuando era un niño, porque cuando somos niños todos queremos ser valientes y feroces para sentirnos fuertes y amedrentar a esa vida que ya nos vemos venir con el cuchillo en los dientes. Y tal vez fui John Hawker en otra vida, quién sabe.
    A veces me entretengo entrando en su piel y navego por mares remotos, recalo en islas perdidas y bebo ron en tugurios costeros de mala muerte.
    Ahora de mayor me sigue gustando ser John Hawker, más que por amedrentar a la vida, por volver a ser niño durante un rato.
    John Hawker también conoció una vez a una sirena.

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